Por Jannet Palomino Villaseca

Leer para crecer, leer para conducir, leer para vivir más, para aprender a pensar, para descubrir el mundo y conocerlo, leer para estimular la creatividad, leer para reír, para llorar, hasta para consolarnos, leer es muy importante y podríamos pensar en esta actividad desde una perspectiva más rica y beneficiosa en el aspecto personal, como en aspecto social.
Encontrarse con un texto literario puede ser una experiencia intensa, en ocasiones decisiva para el destino de cada uno de los lectores.
Cuando una persona lee, nunca lo hace desde la pasividad: los lectores establecen vínculos en las búsquedas de significación de los textos un tanto previsibles, en algunos casos; insospechados en muchos otros. Luego de leer un texto, sólo se espera de los lectores que respondan a preguntas, por ejemplo, acerca de un conocimiento lingüístico literario que los inscribiría dentro de la “correcta” lectura (“el texto es argumentativo”, “el narrador es omnisciente”, “el texto es fantástico” etc.).
Entonces podríamos decir que la lectura, es una “danza” en la que los lectores ponen a “bailar” su espacio personal, ese que les da una identidad y una memoria cultural, nos obliga a revisar las ideas que la ven como una actividad que consistiría sólo en reponer los sentidos literales de los textos o en dar cuenta de algunos saberes sobre ellos.
Los textos literarios, traen relatos de historias propias o ajenas, además, nos recuerdan otros textos, otros relatos; también tejen una imagen de todos los lenguajes que circulan socialmente, de todos los saberes, deseos y esperanzas, desencantos y frustraciones colectivas que en un momento histórico constituyen la realidad de una comunidad.
La literatura permite a los lectores el acercamiento al conocimiento, a los diversos saberes, por su posibilidad de absorber y trabajar, por medio de la ficción,
Las instituciones educativas es el único espacio en que los alumnos pueden vincularse con otras maneras de decir y pensar la realidad. Aunque muchas veces este trabajo suele ser arduo precisamente, los docentes tenemos una gran responsabilidad en cuanto a lograr en nuestros estudiantes el AMOR por la lectura, la necesidad de leer en forma natural, el mirar un libro como parte esencial en sus vidas.
Debemos recordar este proverbio chino “Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora”
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