Ayer lunes, después de permanecer hospitalizada durante 22 días, salió de alta Alejandra, una joven de 15 años, procedente de Piura, que fue traída por Emergencia, por presentar Trastorno Afectivo Bipolar con síntomas psicóticos. Los síntomas habían remitido casi en el 100% por cierto, y los padres, muy agradecidos, decían que ésta si será su hija que tanto amaban, esta joven con lenguaje moderado y de voz casi angelical, era la niña que siempre conocíamos, decían; a lo que yo corregía: Alejandra ya no es una niña, ya tiene 15 años. Y la madre volvía a decir, Alejandra siempre será una niña para nosotros, doctor.
Por coincidencias del destino, un día antes, había ingresado también por Emergencia, un paciente ya conocido por nosotros, llamado César. Vive en el distrito limeño de La Molina, tiene 16 años y hacía exactamente un año, ingresó al Hospital con el diagnóstico de Trastorno afectivo Bipolar con síntomas psicóticos. En él se había presentado un poco diferente, había estado jugando Dota durante diez días seguidos sin dormir. Dota es un juego de guerras por Internet, que consiste en destruir los “ancestros” del oponente, mediante unas unidades poderosas llamadas “héroes”. Al parecer los padres no se habían dado cuenta de que César había estado jugando sin dormir. Y que además estaba peleándose por Facebook con sus compañeros de colegio. Al parecer había estado confundiendo el juego con la vida real y ya se había peleado por Facebook con casi todos los amigos del colegio. Los padres no se habían dado cuenta, y quizás hubieran demorado más tiempo en darse cuenta, sino es porque el hermano mayor que estaba realizando una pasantía en México D.F., los llamó por teléfono preguntando si su hermano César se encontraba bien, porque había estado leyendo comentarios extraños en los cuales insultaba a sus compañeros del colegio, y que al parecer estaba realizando comentarios casi todo el día, inclusive hasta de madrugada, durante varios días seguidos. Recién allí los padres se dieron cuenta de que César había estado armando un juego de guerras en su cuarto, que estaba planeando ir a golpear a los amigos que también lo insultaban, que estaba haciendo ejercicios porque era campeón en artes marciales y estaba con mucha cólera. Decía además que los vecinos le tenían cólera y que colocaban la música en alto volumen para interferir con sus fuerzas mentales. Decía que los vecinos se reían de él. Se sentía con mucha energía y mucha fuerza y aún así seguía entrenándose.
Ayer lunes, cuando estaba dando de alta a Alejandra, aparecieron los padres de César, muy compungidos y con mucha culpa y aproveché para que se conocieran con los padres de Alejandra. Les dije que aprendieran a distinguir entre lo que hace o dice una persona con algún trastorno mental, la cual nos puede herir, o nos puede doler, con lo que es realmente la persona que amamos. Especialmente los jóvenes con Trastorno Afectivo Bipolar desarrollan una habilidad especial de darse cuenta de los defectos y virtudes de las personas que lo rodean y justamente cuando enferman dicen cosas que les duele más a los seres queridos. Y yo les digo que no es la persona en sí, sino que es producto de la enfermedad, que se desenvuelven así. Y les pongo el ejemplo de aquellos ancianos con demencia que pueden decirnos las peores atrocidades, y aún así siguen siendo nuestros padres, nuestras madres, nuestros hermanos, nuestros familiares, y no por ello vamos a cometer el error de amarrarlos al algarrobo que tenemos al fondo del corral, como una simple venganza ante lo que nos dijeron, aún siendo esto lo peor que hubiéramos escuchado.
Permití que los padres de Alejandra y de César se conocieran para reafirmar lo que les digo a todos los padres, que el tratamiento tendrá un tiempo determinado y que luego tendrá sus controles de vez en cuando. En el caso de César, el año pasado, también le expliqué a toda la familia. Les dije que era necesario psicoterapia individual, de grupo de jóvenes y de padres, y también que eran necesarios los medicamentos. Durante todo el mes de diciembre acudieron sin faltar, en enero de este año faltaron a una sesión, luego en febrero faltaron a dos, y en marzo solamente asistieron a una. Después dieron varias excusas para no asistir, la primera de ellas era que ya estaba bien, para que venir al hospital a sus controles, porque podría enfermarse más. Luego ni acudieron a recoger sus medicamentos.
Los padres de César y de Alejandra se comprometieron a acudir a sus citas y dijeron que no faltarían al tratamiento. Alejandra viajará a Piura, donde estudia, y regresará en 15 días a Lima, para su primer control. Su familia tiene la esperanza de que las cosas van a mejorar.
Yo también abrigo la esperanza de que esta situación cambiará, por el bien de ella, y de su familia.
David Arce
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