martes, 12 de junio de 2012

David Arce: un médico-escritor entre la literatura y la psiquiatría

POR: ALBERTO BENZA GONZÁLEZ 

Manuel David Arce Martino (Chulucanas, 1963), es Médico Cirujano (UNMSM) con especialidad en Psiquiatría (UNMSM), subespecialidad en Psiquiatría de Niños y Adolescentes (UNFV). Actualmente estudia la Maestría de Lengua y Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. 

Ha publicado el libro de cuentos «Cuentos para Eva» (2011), algunos cuentos en páginas de Internet, en diarios y en revistas de México, USA y Perú. 

En el año 2005 obtuvo el primer puesto en el VIII Concurso Nacional de Cuento del Colegio Médico del Perú. En 2008 se alzó con el primer puesto en el Primer Certamen de Microrrelatos A Guarda, España. Ese mismo año obtuvo el primer puesto en el Concurso de Cuentos organizado por la Gerencia del Hospital Guillermo Almenara. 

-¿Cómo transita David Arce entre la Medicina y la Literatura? 

Mi tránsito de la Medicina a la Literatura ha sido al revés. Creo que primero fue de la Literatura a la Medicina, aunque, en realidad, fue algo más complicado. Ya desde niño me entusiasmaba la Literatura, pero al terminar la secundaria, un día que no esperaba, mi padre me preguntó qué deseaba estudiar y no supe qué responderle. No quería decirle que me gustaba la literatura, y lo único que se me ocurrió fue balbucear que quería ser Ingeniero Industrial (porque nuestro Perú necesitaba industrias y progreso). Así me vine a los 16 años a Lima, desde mi Chulucanas. Al primer intento ingresé a Ingeniería Industrial de la UNFV, donde estuve un año. Como no me gustaba, junté de donde no tenía para postular a Literatura en la Universidad Católica. Ingresé a los Estudios Generales de Letras, pero no me matriculé porque no me alcanzaba para los pagos, y creo que nadie de mi familia se enteró. Luego postulé a Medicina Humana en San Marcos y también ingresé sin haberme preparado. Tuve miedo de contarle a mi padre, no imaginaba su reacción. Primero le conté a mi madre, que se puso contenta, luego a mis tías y a mis hermanos, quienes me convencieron de comentarle a mi padre. Reaccionó tranquilo, no como me lo había imaginado. Anduve entre los estudios de Medicina y las lecturas de la época. Algunos compañeros me miraban como a bicho raro por andar leyendo libros que no eran de medicina. Hasta que un día me topé con un viejo médico, o un médico viejo, que supo escucharme y me repitió una sentencia antigua: «El médico que solamente sabe de medicina, ni medicina sabe». Me dijo que la medicina no tenía pierde, que todos los otros profesionales frustrados en su materia podían encontrar en la medicina una fuente inagotable de ocupaciones. Me dijo, por ejemplo, «si hubieras querido ser físico especialista en óptica, podrías ser oftalmólogo. Si la rama de la física que te interesa es la dinámica de fluídos, te puedes especializar en hemodinamia. Si te interesan las bombas y fluidos, cardiólogo. Si quizás quisiste ser carpintero, puedes dedicarte a la traumatología. Si te gusta la música puedes dedicarte a la Otorrinolaringología, donde podrás ayudar con la voz a los cantantes y mejorar la audición de los músicos». Y así me iba enumerando las diferentes profesiones, hasta que ya no pude más y le pregunté: «¿Y si me gustara la literatura?». Ah, es muy fácil —me respondió—, te puedes dedicar a la psiquiatría. Y así estoy ahora, como en un limbo y entre dos amantes: la literatura y la psiquiatría. 

-¿Cómo fueron tus inicios en la literatura? 

De muy niño empecé leyendo aquellas historietas de figuritas que alquilaban en el mercado de Chulucanas, y parecía que la voracidad iba en aumento. Mi madre tenía que amenazarme para que me acercara a almorzar. Primero leía las historietas de aventuras y de los superhéroes, luego iba leyendo las revistas que nadie quería. Y descubrí algo fantástico: unas revistas mexicanas que nadie quería leer, se llamaban «Joyas de la Mitología griega», y aprendí que existía universos paralelos y mucho mejores que mi niñez con tantas carencias. Luego, como a los seis o siete años, leí, entre los cartones de libros de mis hermanos mayores, los primeros libros de puras letras, sin figuritas, y por un tiempo fui el hazmerreír de mis hermanos y amigos. El primer libro fue una obra de teatro («Romeo y Julieta»). A los ocho años ya había leído «Cien años de soledad», que lo fui releyendo varias veces. Sucedía que una de mis hermanas tenía un pretendiente que, para enamorarla, le prestaba libros nuevos, y el primero que los leía era yo, que luego le hacía un resumen a mi hermana para que pudiera ufanarse ante su amigo. En la secundaria conocí al Poeta Joven del Perú, que tenemos en Chulucanas, mi amigo Luis Eduardo García López. Conversábamos mucho sobre libros, literatura y literatos. Yo creo que fue de aquella época en que empecé mis primeros escritos. Inclusive sacamos algunas plaquetas de colegiales, allá en Chulucanas. En el segundo año de medicina no iba bien en mi rendimiento, así que, en una ceremonia con un amigo (Néstor Ojeda del Arco), decidí quemar todos mis escritos y regalar los libros que hasta el momento había atesorado. Ese divorcio no fue por mucho tiempo. La literatura es imposible de abandonar, se lleva en la sangre. 

-Hay mucha afinidad con el poeta Marco Martos, ¿verdad? 

El poeta Marco Martos fue mi profesor en Post-grado de San Marcos, y en varias conversaciones largas, de alumno a profesor, yo quedaba deslumbrado con sus respuestas. Siempre había un momento para hablar de nuestra tierra en común: Piura. Él de Piura y yo de muy cerca, de Chulucanas. Le tengo un inmenso agradecimiento, por las instrucciones recibidas y por la dedicación que tuvo en hacerme el prólogo de «Cuentos para Eva» en forma muy cariñosa y magnánima de su parte. Nos reconocimos como verdaderos paisanos. 

-¿Qué nos puedes contar de tu primera novela «La casa de los cachorros»? 

Me provoca sonrisas. En realidad es una novela-cuentario que todavía no está editada ni publicada. Algunos cuentos están publicados en Internet. Yo envié el borrador a varios amigos, algunos no me dijeron nada. Jack Farfán se entusiasmó, y hasta ahora me impulsa a publicarlo. Y como lo leyó primero, lo consignó en su prólogo como si ya estuviera publicado. Es un libro sobre cuatro cachorros que llevan la suerte de la canción del Gran Anacobero Daniel Santos, sobre las cuatro puertas que están abiertas a los que no tienen dinero. Tiene la particularidad de que cada cuento es independiente en sí mismo, y que la reunión de ellos hace una historia completa, que bien puede ser una novela. Es una mezcla de «La Casa Verde» de MVLL y de GGM. Se supone que es una casa roja y que, cuando Varguitas la conoció, él era daltónico y en vez de verla roja la vio verde. Y esta casa no estaba en Piura, sino en Chulucanas. 

-¿Qué nos puedes contar de la extranjera Eva? 

Eva es una amiga de origen checo que llegó muy pequeña al Perú huyendo del régimen nazi. La conocí gracias a una página de literatura de la RCP. Nos hicimos amigos y una vez me invitó a su casa. Le pedí que me enviara una de sus fotos para reconocerla y me envió la foto de una viejecita de la sierra. Me sorprendí e igual fui a verla. La sorpresa fue mayor cuando la vi diferente. La conocí en el año 1979 y hasta la fecha nos comunicamos todos los días. Nos hemos ido a mirar ovnis a Marcahuasi, que por supuesto nunca vimos, nos paseamos por Obrajillo, Canta, nos embarramos por las lagunas de Chilca, me acompañó a Chulucanas, y viajamos a varios sitios del Perú. Ella es fotógrafa y recientemente había enviudado. Su esposo fue Hans Lewitus, un excelente músico, que ayudó a crear la Sinfónica del Perú. Tiene tres hijos que viven fuera del país. Y lo bueno es que vivimos en el mismo distrito, nos llamamos con frecuencia y almorzamos juntos los domingos. Ella me alentó mucho a corregir mis cuentos y me estimuló a seguir escribiendo, aún en las épocas flacas de producción literaria, por lo cual le estoy muy agradecido. Le tengo mucho cariño. 

-Nos sorprendió encontrar microrrelatos en tu libro «Cuentos para Eva»… 

Aparte de la lista de literatura por Internet de la RCP, tuvimos una estancia en otra lista internacional: «La Esquina de las letras». Allí muchos fuimos muy prolíficos. Y hubo un tiempo en Josué Santiago, de Puerto Rico, en que realizamos haikus y microrrelatos. Me parece apasionante contar una historia con pocas palabras. El cuento de Monterroso es una buena referencia. Los incluí en el libro, porque fue una forma de agradecer a Eva, por toda la ayuda que me brindaba con sus comentarios para mejorar y redondear los relatos. Los demás amigos también contribuyeron. 

-¿Llevas tiempo escribiendo microrrelatos? 

Los primeros microrrelatos fueron del tiempo de «La Esquina de las Letras». Algunos fueron publicados en plaquetas en México, otros en un diario de Filadelfia y hay un par que ganaron concursos en España. Uno de los casos curiosos es que gané un microrrelato en gallego, sin saber hablar ni escribir gallego. El relato se llama «Perfecto amor» y está en la siguiente página: http://www.conpoucaspalabras.blogspot.com/ y una publicación en papel de un microcuento que está en Internet, el cual se titula «El retrato». 

-Para concluir, ¿tienes en mente publicar algún libro de microrrelatos? 

Me gustaría publicar un libro al estilo de Iwasaki, pero no tan tanático. Con Eva estamos en un proyecto de microcuentos para niños llamado: «Cuentos encantados», que transcurren en un pueblo muy cercano a Chulucanas, llamado La Encantada.

Publicación Original en  http://micropolis.pe/?p=3519

0 comentarios

Posts a comment

 
© Chulucanas Noticias
Designed by Blog Thiết Kế
Back to top