“Me acuerdo perfectamente que fue el 07 de Enero que salimos en el barco Esperanza, desde Pucallpa hacia Iquitos. Habíamos llegado desde Lima para Año nuevo y esperamos unos tres días para que saliera la embarcación que cada día nos decían hoy sale, hoy sale, y parecía que nunca salía. Cuando el dueño del barco se dio cuenta de que estábamos completos, dio la orden de partir y entre tanto alboroto el barco parecía una feria. Yo estaba con Moisés, mi hijo de seis meses y mi esposo se acercó con una mujer que traía en sus brazos a una niña recién nacida. Recién ha nacido ayer y está sanita. Yo no la puedo criar, tengo seis hijos y conmigo ella se va a morir, por favor cuídenla ustedes, nos rogó con lágrimas en los ojos”.
“Mi esposo y yo somos médicos, le dijimos a la señora que no podíamos encargarnos de una bebé en un viaje de por lo menos una semana, la examinamos y le dijimos que estaba sana, que no tenía nada de qué preocuparse. Y allí fue que me dijo que tenía los pechos sin leche y que la niña estaba hambrienta y que por favor le diera de lactar. En ese momento tenía lactando a Moisés de mala gana, se lo entregué a mi esposo y le di de lactar a Miriam, como le puse de nombre después. No me va a creer, aunque había nacido el día anterior, parecía que no hubiera lactado en días, rápidamente me secó los dos pechos y al final eructó y se quedó dormida. Cuando quise buscar a la madre, ésta había desaparecido. Cuando el barco zarpó, sentimos que teníamos la responsabilidad de criar a una niña como hija nuestra”.
“Es así que después de una semana asentamos a Miriam en los registros civiles de Iquitos. Sé que está mal que la registráramos como hija nuestra, pero lo discutimos mucho con mi esposo: si la dejábamos en un albergue, iba a estar probablemente durante varios años sin que nadie la lograra adoptar, nos dimos una vuelta por el barrio de Belén, por el Albergue de Niños Abandonados en el Caserío de Puerto Alegría, vimos tanta pobreza que fuimos a la primera Posta Médica que encontramos y le mentimos al médico diciéndole que habíamos tenido a nuestra hija en pleno viaje por el río Ucayali, no sabe doctor qué atardeceres y amaneceres tan maravillosos que se pueden ver en la Amazonía peruana. Miramos varios delfines grises y rosados nadando alrededor del barco. Lo único desagradable que recuerdo es la picadura de mosquitos”.
“Regresamos en avión desde Iquitos a Lima, y en ese viaje trajimos a nuestra nueva hija Miriam, la bandida se tomaba casi toda la leche, dejándole a Moisés muy poquito, aunque mi hijito varón resultó muy melindroso. Nuestra hija Miriam, gracias a Dios, nunca se ha enfermado, muy sanita se ha conservado”.
Al final de la consulta, les pregunté cuál era el motivo por el cual visitaban a un psiquiatra y ellos me dijeron: “Es que no sabemos cómo decirle a Miriam que ella es adoptada, nosotros somos cristianos y estamos convencidos de que todos los seres
humanos tenemos derecho a conocer nuestros orígenes, a saber quiénes son nuestros verdaderos padres, además ayer el Pastor de nuestra congregación mencionó así al paso, hacia todos, que la verdad nos hará libres. Estamos muy angustiados en la forma de decirle, no sabemos cómo reaccionará. Creemos que ella ya lo sabe porque la semana el año pasado que me enfermé, me dijo: si tuvieran que operarte, yo podría donarte mis sangre, ¿no mamá? Además me ha preguntado cómo es que se llevan solamente seis meses con su hermano Moisés”.
El día que decidieron contarle a Miriam sobre sus orígenes, acudió toda la familia: los padres, Moisés, Miriam y Aarón. Después de un largo preámbulo de los padres en que le decían que la querían mucho, que ella era la mejor hija del mundo y que no la habían llevado nueve meses en su vientre, si no toda una vida en su corazón, con voz quebradiza la madre le dijo: Tú eres nuestra hija adoptiva.
-¡Ay mamá! ¿para eso tanto alboroto? Yo ya lo sabía desde cuando tenía siete años, cuando fuimos a visitar a la tía Matilde y mi primita Lucía, cuando nos estábamos peleando, molesta, me dijo que yo no era su prima, que yo era una niña recogida. Ese día me dolió y lloré mucho, ¿recuerdas cuando te dije que lloraba porque murió mi mascota, el gatito Feliz?, ese día fue. Pero ya pasó. Estoy muy contenta con mi familia, ustedes son mi familia, no tengo ganas de conocer a mis padres biológicos, no tiene sentido.
Y al final la familia se retiró mucho más contenta y unida, abrazados y sin temores.
Padres Adoptivos - Por el Dr. David Arce Martino
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