Esta noche es nochebuena, mañana Navidad, y en vez de recordar el motivo principal de nuestra fiesta de cristianos, nos distraemos en muchas cosas muy alejadas del significado primigenio: desde el afán mercantilista de buscar el regalo más grande, creyendo que a medida que el regalo sea más grande, más grande será el afecto por la persona a quien se regala; hasta los estragos en la salud mental que pueden incrementarse cuando se acercan estas fiestas.
Hace tres años llegó una paciente a quien no le gustaba la navidad. Doctor por favor intérneme, me decía. No me gusta la navidad, solamente me trae recuerdos tristes, ya no está mi madre, ni mi padre, ni mis hermanos mayores. Mis hijos prefieren irse de campamento a las playas del sur diciendo que celebrar la fiesta de navidad es cosa de viejos y de churres. El árbol de navidad que tanto dinero nos costó está sin armar en un ropero, ya no tengo ganas ni de conseguir animalitos nuevos para armar el nacimiento. Antes me iba de compras y venía cargadita de regalos para toda mi familia, ahora ya no me da ninguna ilusión salir a la calle. Recuerdo que de niña, en mi pueblo de la sierra, mi abuela sembraba maíz en unas latitas de leche, y esto lo hacía desde la primera semana de diciembre, para que llegado el 25, las plantas de maíz ya estarían crecidas. Y a todos sus nietos nos involucraba en armar el nacimiento, en buscar los juguetes más chiquitos de cada uno de nosotros y recreábamos nuestro pueblo con su placita y sus cerros, hasta usaba unos espejitos para hacer unas lagunas y el río. Y poco a poco mi paciente se ponía a llorar pidiendo por favor, que la internara.
Y mientras la escuchaba, recordaba el poema de Abraham Valdelomar: El Hermano Ausente: La misma mesa antigua y holgada, de nogal,// Y sobre ella la misma blancura del mantel // Y los cuadros de caza de anónimo pincel // Y la oscura alacena, todo, todo está igual… /// Hay un sitio vacío en la mesa hacia el cual// mi madre tiende a veces su mirada de miel// y se musita el nombre del ausente; pero él// hoy no vendrá a sentarse en la mesa pascual./// La misma criada pone, sin dejarse sentir, // la suculenta vianda y el plácido manjar;// pero no hay la alegría ni el afán de reír// que animaran antaño la cena familiar; /// y mi madre// que acaso algo quiere decir,// ve el lugar del ausente// y se pone a llorar…
Y es que la Navidad así como la conocemos, no solamente puede estar asociada con la felicidad, los buenos encuentros y los gratos recuerdos, sino que también puede resultar una época de depresión, ansiedad y tristeza, con alto riesgo de suicidio. Son muchas las personas que sufren de depresión durante estas fechas. Las personas pueden sentirse melancólicas, apáticas, nostálgicas y con una profunda sensación de carencia o de vacío. En la temporada navideña, las ausencias se vuelven menos tolerables. Nos sentimos muy tristes al recordar a nuestros seres queridos que ya fallecieron o que se encuentran lejanos. Muchas personas no tienen una familia o amigos con quien celebrar. El impacto afectivo en estas personas solas es mucho más grande cuando la pérdida es reciente, trágica o se dio precisamente por estas fechas. Para muchos, la Navidad es una época de convivencia familiar. Sin embargo, hay familias que se encuentran distanciadas, por lo que compartir un tiempo juntos puede resultar difícil de manejar sin que surjan nuevos conflictos. También tendemos a pensar que “épocas pasadas fueron mejores”, lo que nos provocará nostalgia.
Las personas viven la temporada navideña con mucho estrés. El agobio por el exceso de trabajo, compra de regalos, visitas, preparativos para la cena, el planeamiento de actividades para la familia y muchas cosas más, nos impide también disfrutar de las festividades.
En estas fechas, nuestros hábitos de sueño, de alimentación y de consumo de alcohol se alteran de manera considerable, pudiendo afectar nuestra salud. Aumentan las actividades sociales: reuniones familiares, amicales o de trabajo que modifican nuestra vida cotidiana. Algunas de las razones que explican los sentimientos de tristeza y desánimo en Navidad son las altas expectativas con respecto a la navidad (creer que debemos estar felices), la soledad, problemas familiares, problemas económicos, recuerdos de navidades pasadas, escuchar canciones tristes, no recibir ciertos regalos, o no recibirlos de las personas esperadas, y el consumismo que se ha incrementado en estos últimos tiempos.
Hace poco he vuelto a ver a la paciente que se hospitalizó hace tres años, y las cosas a su alrededor no han variado: sigue viviendo sola, sus hijos ya viven aparte, su esposo que la abandonó no ha regresado y lo milagroso es que ya no está triste ni tiene ganas de morirse. Entonces le pregunto qué ha cambiado en su vida y mirándome a los ojos me dice: ha cambiado mi forma de pensar. He aceptado que la vida es pasajera y a disfrutar de ella mientras vivamos. He aprendido que mis hijos no me pertenecen.
Y que la Navidad no es solamente un panetón, una chocolatada, un árbol o un nacimiento en un rincón de la casa, sino que es un nacimiento de un Cristo en nuestros corazones, un renacimiento de nosotros mismos.
Y todo lo que significa aceptar un verdadero cambio en nuestras vidas y que podemos hacer muchas cosas por el próximo, por el prójimo que está a nuestro costado.
Feliz Navidad, amigos.
Navidad y Salud Mental - Por el Dr. David Arce
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