Para los que profesamos la religión católica, la Semana Santa tiene un hondo significado, tenemos la oportunidad de reencontrarnos con nosotros mismos y de reafirmar la esencia del Ser humano: la de mirar al próximo como a nuestro hermano y a toda la especie humana como una gran fraternidad.
La semana pasada tuve la oportunidad de escuchar una cita de Erich Fromm, de su libro “El arte de amar”. Y cada vez me convenzo más que en una biblioteca tenemos la libertad y el gozo de conversar con lo más selecto de la inteligencia humana, especialmente con aquellos que vivieron mucho antes que nosotros. Su vida, sus creaciones, sus pensamientos se encuentran en los libros que nos han legado.
Erich Fromm nos dice que, el amor es una actividad, no es un afecto pasivo; sino que es un sentimiento con el que vivimos a diario. Y que el carácter activo del amor es fundamentalmente dar y no el de recibir. Muchas personas piensan que el dar significa «renunciar» a algo, privarse de algo, sacrificarse. Otras personas piensan que el dar está ligado a las orientaciones del mercado: yo doy sólo a cambio de recibir. Para estas personas dar sin recibir significa una estafa. “Algunos piensan que el dar es un empobrecimiento, por lo que se niegan generalmente a hacerlo. Otros hacen del dar una virtud, en el sentido de un sacrificio. Sienten que, puesto que es doloroso, se debe dar, y creen que la virtud de dar está en el acto mismo de aceptación del sacrificio. Para ellos, la norma de que es mejor dar que recibir significa que es mejor sufrir una privación que experimentar alegría.
Sin embargo, para las personas maduras, el carácter productivo del amar, del dar, posee un significado totalmente distinto: constituye la más alta expresión de potencia. Se complementa al ser humano con la manifestación más excelsa de sus emociones: el amor. En el acto mismo de dar, experimento mi fuerza, mi riqueza, mi poder. Tal experiencia de vitalidad y potencia exaltadas me llena de dicha. Me experimento a mí mismo como desbordante, pródigo, vivo, y, por tanto, dichoso. Dar produce más felicidad que recibir, no porque sea una privación, sino porque en el acto de dar está la expresión de mi vitalidad. Sin embargo, la esfera más importante del dar no es la de las cosas materiales, sino el dominio de lo específicamente humano. ¿Qué le da una persona a otra? Da de sí misma, de lo más precioso que tiene, de su propia vida. Ello no significa necesariamente que sacrifica su vida por la otra, sino que da lo que está vivo en él -da de su alegría, de su interés, de su comprensión, de su conocimiento, de su humor, de su tristeza-, de todas las expresiones y manifestaciones de lo que está vivo en él. Al dar así de su vida, enriquece a la otra persona, realza el sentimiento de vida de la otra persona al exaltar el suyo propio. No da con el fin de recibir; dar es de por sí una dicha exquisita. Pero, al dar, no puede dejar de llevar a la vida algo en la otra persona, y eso que nace a la vida se refleja a su vez sobre ella; cuando da verdaderamente, no puede dejar de recibir lo que se le da en cambio. Dar implica hacer de la otra persona un dador, y ambas comparten la alegría de lo que han creado. Algo nace en el acto de dar, y las dos personas involucradas se sienten agradecidas a la vida que nace para ambas. En lo que toca específicamente al amor, eso significa: el amor es un poder que produce amor.”
Esta cita de Fromm, me recuerda a muchas personas. A un amigo que fue trasplantado de riñón, lo perdió y luego, su madre generosamente le donó uno de sus riñones. A un padre que donó parte de su hígado para su hijo que recién empieza a vivir. A todas las personas con las que me cruzo a diario cuando van sonriendo y felices a donar sangre para seres queridos y para seres que no conocen.
Y también me recuerda a nuestro Padre que nos regaló lo más preciado que tiene: su hijo. Que al ser hijo del mismo padre, viene a ser nuestro hermano, que a su paso por esta tierra nos enseñó a ver las cosas de manera diferente, nos enseñó a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Nos enseñó a amar a toda la humanidad.
Hoy agradezco al Gran Creador por la vida en sí misma y por el hecho de compartirla con los seres que quiero.
Agradezco especialmente por haber nacido en este hogar llamado Tierra.
David Arce
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