La amistad es una de las caras del amor, y el amor humano es una emoción básica: sin ella no podríamos sobrevivir. Ejemplos de amor tenemos al amor materno, amor paterno, amor a Dios, amor a los hijos, y así sucesivamente. Uno de los amores, es el fraterno, entre hermanos, que es la amistad o cariño entre hermanos o entre quienes se tratan como tales.
Uno de los requisitos para amar a otra persona es el amor hacia uno mismo, y cuando empezamos a conocernos y a reconocernos a nosotros mismos, aprendemos a querernos y a aceptar todas nuestras posibilidades y limitaciones. Luego podemos estar listos para amar a otra persona. Y es también el tiempo que compartimos con esa persona lo que nos permite conocerla, respetar sus diferencias con nosotros mismos y aceptarlas. Algunas veces, cuando no nos gusta la forma de ser de alguna persona, tenemos la falsa creencia de que podemos cambiarla, y nos podremos pasar toda la vida en tamaña empresa, pero cuando nos damos cuenta de que no podemos cambiar a nadie, que solamente podemos invitarla a que realice cambios en su vida, entonces aceptaremos que ya no queremos cambiar a la persona y la empezaremos a aceptar tal cual es, empezamos a amar a esa persona. Las personas solamente cambiamos cuando nosotros mismos así lo queremos, no cuando nos lo diga nuestra madre, nuestro padre, nuestra esposa, nuestro esposo, solamente cambiaremos cuando así lo decidamos nosotros mismos. Es por eso necesario el tiempo que invertimos en compartir con las personas que nos rodean y así, poco a poco, estaremos aprendiendo a quererlos. Digo invertir, porque haciendo la comparación con los términos económicos, el tiempo que pasamos con las personas que queremos no es un tiempo malgastado ni perdido, sino que es un tiempo especial en el crecimiento de ambas personas, del tú y del yo. Ese tiempo se invierte en la amistad. Cuando esta virtud se practica con frecuencia, se convierte en hábito. Por lo tanto, cuando más practiquemos la tolerancia, aprenderemos a querer a nuestros Hermanos, y no solamente a nuestros Hermanos de sangre, sino que empezaremos a mirar a toda la población mundial como una gran fraternidad, cualquiera sea su procedencia, lugar de origen, raza, color de piel, creencia política o credo religioso.
Entonces, mi vecino ya no será un extraño y lo miraré y trataré como a mi próximo, como al prójimo que está a mi costado y que merece respeto por el solo hecho de estar vivo y compartir este gran hogar llamado Tierra.
Hay una canción de Paul McCartney titulada Ebony and Ivory, que habla de la convivencia de las teclas negras y blancas del piano y que con ellas juntas se puede realizar las más bellas composiciones. Y el autor de la canción se pregunta por qué las teclas negras y blancas pueden convivir en perfecta armonía y porqué nosotros los seres humanos, hermanos de una sola raza, no podemos hacerlo. “Todos sabemos que la gente es igual donde vamos siempre, hay buenas y malas en cada uno, aprendemos a vivir, aprendamos a entregar unos a otros lo que necesitamos para juntos sobrevivir”.
Y muchas veces no es un cambio en los demás, sino en nosotros mismos. Existe una anécdota que narra que en la entrada de un pueblo estaba un anciano junto a un joven, se acerca un forastero y le dice: anciano, tengo deseos de mudarme a este pueblo, pero antes quiero saber cómo es la gente de este pueblo. A lo que el anciano le responde: ¿Y cómo es la gente del pueblo de dónde vienes? El forastero frunce el ceño y dice, mejor ni me hable, por eso quiero mudarme, esa gente es muy mala, chismosa, no es colaboradora, ladrona, hasta delincuentes hay, y lo malo es que nadie es honrado. El anciano le dice en tono confidencial: La gente de este pueblo es igual. A lo que el forastero no le quedó más remedioque continuar su camino.
Poco después, pasa otro forastero y le hace la misma pregunta al anciano, porque quiere mudarse. El anciano le pregunta cómo era la gente del pueblo de donde venía y el forastero le dice sonriendo: Ah, son muy buenas personas, caritativas, colaboradoras, muy fraternas, y especialmente que no existe delincuencia. Simplemente que quiero mudarme porque me gusta el clima de este pueblo. El anciano le responde: la gente de este pueblo es igual. El forastero se queda a vivir contento en su nuevo pueblo.
Y el jovencito extrañado le dice al anciano, ¿Por qué le mentiste al primer forastero?
El anciano responde: Yo no le he mentido a ninguno de los dos. Yo solamente me he limitado a decirles que la gente de acá es igual a la de sus pueblos, porque con el tiempo comprenderás, que uno es como la tortuga, se lleva su casa a todas partes a donde vayamos, y la llevamos con todos nuestros problemas, y especialmente, con nuestra forma de ser.
Lo importante es que estamos empezando a cambiar, desde nosotros mismos.
David Arce - Chulucanense
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