martes, 11 de septiembre de 2012

El darse cuenta, por David Arce

Lewis Carroll escribió Alicia en el país de las maravillas y también escribió Alicia a través del espejo. Es en este último libro donde narra una anécdota que me gusta contar con cierta frecuencia: Alicia va caminando distraída, cuando de pronto se percata que el camino se bifurca y no sabe por cual camino continuar su viaje. Se anima a preguntarle a un oso que merodeaba por allí y le dice: Señor Oso ¿Cuál camino debo escoger? El oso le responde con otra pregunta: ¿Hacia dónde vas? Alicia le responde:¡No sé! Entonces el oso le dice: si no sabes a dónde vas, no importa el camino que escojas, igual te resultará. 

Y muchas veces, muchos de nosotros no sabemos adónde vamos ni qué cosa es lo que queremos, y caminamos por el camino de la vida solamente con el afán de caminar por caminar, sin tener un objetivo claro delo que queremos conseguir, sin fijarnos ninguna meta. 

Cuando nos fijamos una meta y la deseamos con intensidad, es seguro que la alcanzaremos, aquí no vale dudar. Inclusive, cuando es tan grande nuestro deseo, ya no somos nosotros quienes vamos en pos de nuestra meta, sino que es nuestra meta la que nos atrae. 

Algo parecido sucede con nuestra salud mental, para lograr restablecerla, es preciso darnos cuenta qué nos está sucediendo. El darse cuenta es fundamental y el primer paso hacia la curación. Si no nos damos cuenta, andaremos por la vida sin realizar cambios en nuestra conducta y persistiremos en lo de costumbre: haciendo más de lo mismo sin obtener resultados. 

El darnos cuenta es un proceso personal e individual. Algunas personas podrán invitarnos a darnos cuenta, y al final la decisión será solamente de nosotros. 

Existen muchas cosas y soluciones que pueden estar al alcance de nuestra vista, pero si no nos damos cuenta, no podemos imaginarnos siquiera su significado. 

Uno de mis pacientes fue traído por sus padres a causa de los problemas que le ocasionaba el consumo de alcohol. Los padres, los hermanos y los amigos ya le habían dicho que cuando se encontraba embriagado faltaba el respeto a los demás, se ponía agresivo y hasta se desnudaba en la vía pública. Perdió el trabajo porque no podía controlar las ganas de beber y se amanecía durante varios días seguiudos. Perdió también a su esposa y a su hija porque no pudieron soportar los maltratos a los que las sometía. Sin embargo, el paciente mencionaba que para él no era ningún problema el beber alcohol, que podía controlarlo y que en cualquier momento que él lo decidiera, dejaría de tomar alcohol. 

Tenía muchas justificaciones para explicar lo que le sucedía. Los demás tenían la culpa de todo. Decía que su jefe le tenía cólera, que la suegra le metía malas ideas a su esposa y por eso ella lo abandonó llevándose a su hijita. Pero él no era responsable por lo sucedido. 

En la primera cita le planteé que no íbamos a lograr nada si él no estaba decidido a cambiar. Dejó de acudir durante un buen tiempo hasta que él mismo vino solo a la consulta. 

El proceso fue más o menos largo y lo primero que hicimos fue facilitar el que se diera cuenta de lo que estaba sucediendo. Y que no servía de nada culparse por los hechos pasados, que sí era responsable por lo que hacía y por lo que dejaba de hacer, que era responsable de su presente y de su futuro. Poco a poco fue haciéndose cargo de sí mismo y empezó a ser autónomo en todos los sentidos de la vida: económico, social, emocional, laboral, etc. 

Actualmente está en abstinencia durante tres años, ha recuperado a su familia, tiene nuevo trabajo y se siente bien. 

Yo también estoy muy contento.

David Arce Martino

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