lunes, 6 de febrero de 2012

Platos misteriosos en los cerros de Alto Piura

En los cerros del caserío de Casanas, ubicado a 75 kilómetros de Chulucanas, en la provincia piurana de Morropón, se exhiben más de 150 platos finamente tallados sobre las piedras. Los pobladores ensayan versiones que intentan explicar los orígenes de estas obras singulares. 

El tiempo no ha podido borrar los platos labrados en los cerros de piedra del caserío de Casanas, en Morropón (Piura). © Jesús Raymundo / Artífice Comunicadores 

Los cerros conservan las huellas del tiempo y de sus historias. Quienes viven cerca de ellos aseguran que son territorios sagrados, misteriosos y extraños y que, al mismo tiempo, son fuentes de vida, energía e inspiración. En los caseríos de la provincia piurana de Morropón, son guardianes silenciosos y caprichosos que inspiran profundo respeto. Allí, la tradición oral se ha encargado de tejer los vericuetos de sus hazañas. 

Los algarrobos, que siempre resisten temporadas secas y calurosas, son también testigos de todo lo que los cerros viven en momentos en que la soledad domina. Aunque la mayoría se mantiene alejada por la distancia y el acceso difícil, otras se integran estrechamente con las viviendas de adobe. Allí, los niños juegan como si se tratara de un patio colectivo. Por eso, su cercanía es más fraterna que un saludo. 

Nuevo circuito 

En Chulucanas, tierra de grandes ceramistas, Flavio Sosa Maza vive apasionado por los misterios que guardan los cerros de su tierra. Desde niño ha recorrido por las áreas rurales del denominado Alto Piura y siempre ha encontrado vestigios de lo que se vivió en otros tiempos, como los restos de piezas creativas de los antiguos pobladores de la zona. Precisamente, verlas de cerca lo ha animado a entregar su vida al arte popular. 

Es también en ferviente seguidor de las historias que los campesinos han transmitido de generación en generación. Aunque no ha podido confirmar la veracidad de las versiones, las ha divulgado como indicios entre quienes buscan respuestas. Cuando fue regidor del municipio de Chulucanas ha promovido la investigación con el apoyo de arqueólogos, a quienes pidió que desentrañen lo que representan los cerros piuranos. 

Hace cuatro años convocó a los estudiantes de arqueología de la Universidad Nacional Federico Villarreal para que trabajen en la puesta de valor de los cerros de Casanas, ubicados a 75 kilómetros de Chulucanas. Allí se han descubierto más de 150 platos de diversos tamaños que han sido tallados sobre la loma de piedra. “La simetría es perfecta y el pulido, fino. Nos sorprende la perfección de los trabajos”, comenta. 

El proyecto final de esta iniciativa se conserva en la biblioteca de la Municipalidad de Chulucanas, pero no se ha avanzado en la promoción turística del circuito Paccha, San Francisco y Casanas. La zona no solo ofrece la oportunidad de ver estos hallazgos de piedra, sino también permite conocer los extensos terrenos de cultivos, las costumbres de la vida rural y la cocina regional. 

Confiado en que solo la promoción de las particularidades de los cerros puede motivar a las familias a proteger su entorno, Flavio Sosa Maza se ha dedicado a organizar visitas guiadas por este circuito natural. No solo ha conducido a turistas nacionales, sino también a visitantes extranjeros, quienes han quedado maravillados. “Una española, con quien mantengo comunicación, quiere invertir. Está muy animada”. 


Son más de 150 platos de diversos diámetros y profundidades que hoy asombran a los turistas de Alto Piura. © Jesús Raymundo / Artífice Comunicadores 

Luces y sombras 

¿Cuál es la historia de los cerros de Casanas?

La verdad aún es desconocida. Los vecinos de la zona indican que los platos grabados en las piedras serían obras de los gentiles (así llaman a sus antepasados) y que habrían sido utilizados para rendir culto a sus dioses. Creen que allí se habrían servido potajes y bebidas especiales para agradecerles por su protección. 

Hay quienes señalan que los platos serían obra de los extraterrestres. Son varios los vecinos que aseguran haber visto luces extrañas en los cielos, especialmente de noche, y que se tratarían de ovnis. Ello les hace suponer que la zona sería, desde hace mucho tiempo, un lugar predilecto de seres desconocidos. Sosa Maza cuenta que cierta vez un pastor desapareció en la zona, pero que volvió después de dos décadas. El tiempo no había pasado por él. 

El propietario de la parcela de cinco hectáreas, en donde se ubica uno de los cerros, vivió una rara experiencia. Después de construir su vivienda, en 1983, sus dos hijos se enfermaron de un mal similar a la epilepsia. Preocupado por las convulsiones acudió a un curandero, quien le sugirió que abandonara el lugar. Cuando lo hizo, los pacientes se recuperaron y hoy viven para dar fe de ello. 

A tres meses del fallecimiento del agricultor Manuel Cárdenas Maza, su esposa extraña a los turistas que antes los visitaban y regalaban propinas por conocer los platos. Ella asegura que la historia que cuentan de sus dos hijos es cierta. Cuenta que por aquellos conocieron a un sacerdote, quien bendijo el lugar y ofició una misa porque creían que se encontraba encantado. Ahora, nadie conoce el paradero del padre Lucas. 

En ocasiones, estos cerros reciben a los curanderos, quienes en las noches silenciosas practican sus rituales para curar de los males a los atemorizados campesinos. Flavio, nuestro guía, dice que ellos prefieren el lugar por su magnetismo y energía. Sospecha que ello se debería a que guarda relación con sus antepasados y con todo lo que significó para ellos.

El ceramista Flavio Sosa Maza es uno de los difusores de los platos misteriosos de Casanas.
© Jesús Raymundo / Artífice Comunicadores

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