sábado, 9 de marzo de 2013

Nuestra Verdadera Riqueza / Por Emilio Campos Sandoval


Hubo una vez un imperio poderoso, orgulloso y próspero que se ufanaba de su poder.

Un día vieron extraños llegar a su hogar, los recibieron sin presagiar que las tierras que los vieron reinar iban a ser las que luego tendrían que labrar para poder el pan a su casa llevar.

El huésped que supieron cobijar, los vino a engañar para luego apresar, porque no sabían que en realidad ellos se vinieron a quedar. 

Lloraron lágrimas de sangre, la vergüenza, el rencor, la traición y el dolor acompañaron sus vidas al verse humillados en el mismo lugar que un día los llegó a amar.

El patrón creó una gran ciudad y “La Ciudad de los Reyes” le supo llamar, y en la costa debía estar, porque si problemas llegaran a haber, podrían huir por el mar para luego poder regresar.

Arando la tierra, obedeciendo al amo, agachando la cerviz, siempre se preguntaron, ¿en qué momento pasaron de estar en la sala real a servirles a ellos desde cualquier lugar?

Vieron como el oro y plata que sus ciudades llegaron un día a adornar, estaban en haciendas de los nuevos dueños de las tierras que antes les llegaron a pertenecer.

El tiempo pasó, el lugar cambió, Perú se llamó, pero ese pueblo nunca olvidó…

Nuevas promesas llegaron, ¡libertad! se oyó y de muchas partes del mundo otros seres vinieron, pero a ellos nunca los escucharon.

Blancos, chinos, negros, mestizos hubieron, pero a ellos “cholos” les llamaron.

Nada había cambiado, siempre los relegaron, violaron y mataron, mas el resentimiento nunca olvidaron.

Los años pasaron, nuevos gobernantes tuvieron, pero nunca se sintieron representados, poco a poco emigraron, a la “gran ciudad” se marcharon, volvieron a sufrir, nuevas vergüenzas pasaron, otra vez lágrimas lloraron, pero con el tiempo la tierra que un día gobernaron, la recuperaron y conquistaron.

Hace unos días vi el “nuevo” mapa político del Perú y me di cuenta que nunca había cambiado. Los “naranjas” tenían la costa que siempre les perteneció y los “rojos” tenían la selva y la sierra donde ese pueblo sufrió, luchó y sobretodo esperó.

Lima no es el Perú, ni la costa, ni sierra ni selva, el Perú somos todos, por historia nunca lo entendimos. Ni en la época del Tahuantinsuyo cuando Huáscar y Atahualpa dividieron su imperio y lo perdieron, ni hoy que la coyuntura electoral ha sacado de adentro nuestros más viejos rencores y entre nosotros nos atacamos, porque hemos olvidado que todos somos peruanos y vamos en el mismo tren, no permitamos que se salga del riel, porque al hacerlo todos caemos; hagamos que siga su rumbo y todos lleguemos a buen destino.

Siempre nos dijeron mendigos sentados en bancos de oro, pues el oro señores no está en las minas ni en los bancos, el tesoro lo llevamos dentro de nuestros corazones y el día que nos perdonemos y unamos, ese día el banco de oro hará brillar nuestra nación…

Emilio Campos Sandoval

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