martes, 5 de marzo de 2013

De regreso a la Escuela - Por Dr. David Arce

El día de ayer lunes 4 de marzo miles de escolares han regresado al colegio y muchos niños han pisado las aulas por primera vez. Y es precisamente a causa de que su hija mayor no quería ir al colegio el año pasado, es que una madre consultó desesperada porque este año empezaría a asistir su hijo menor. La madre decía que no quería que se repitiera lo que le pasó a su hija mayor, que durante varias semanas la niña lloraba para no ir colegio, largaba lastimeros llantos cuando era llevada a la fuerza al colegio y antes de que se retirara la madre, la niña se aferraba con tanta fuerza a la puerta del colegio que a la madre se le desgarraba el corazón y al finalterminaba por llevar a su hija a la casa. La primera vez la dejó allí sin importar que llorara y según la madre, que vivía a siete cuadras del colegio, decía que mientras realizaba las labores de la casa lograba escuchar el llanto de la hija. Desde aquella vez, la niña se volvió malhumorada, volvió a orinarse en la cama y, la mayor parte de las noches se despertaba lanzando un alarido y luego se volvía a dormir. Menos mal que encontró una profesora muy comprensiva que iba a visitarla a la casa, y algunas veces llevaba a algunos niños con uniforme escolar a la casa de la niña. Empezaban juegos que poco a poco terminaban en el colegio.

Y esta vez la madre consultaba desesperada cómo hacer para que no sucediera lo mismo con el hijo menor.

Entonces, desde diciembre, planteamos unas excelentes vacaciones útiles a los dos hermanos. Tres días de piscina, dos días de juegos de pelota y todos los fines de semana toda la familia se iba de paseo al campo o a la playa. Y ya desde entonces la madre y el padre le empezaron a hablar con entusiasmo sobre las bondades del colegio, de los nuevos compañeritos que conocería, de la profesora que le enseñaría y de todo lo nuevo que aprendería. El niño empezó a interesarse por las cosas nuevas y acompañó a su madre a visitar las librerías, los sitios de venta de uniformes, de zapatos, y cada vez que le mostraba alguna cosa le decía: mira esto vas a usar en tu colegio. Hasta que poco a poco, la transición de la casa al colegio fue imperceptible y más bien se creó una gran expectativa hacia lo que iba a venir. El niño participó en comprar la mochila, los útiles escolares, ayudó a forrar los cuadernos, a pegar figuritas, a oler los cuadernos y libros nuevos. La hermana también ayudó al hermano en su nueva etapa.

Ayer en la tarde me llamó la madre emocionada para decirme con la voz temblorosa, que la más nerviosa había sido ella. Que el niño se desprendió fácilmente de su mano, y empezó a jugar con los demás niños, que siendo aún extraños, jugaron como si se conocieran de toda la vida. Ella se quedó hasta que la profesora los hizo formar y les empezó a enseñar una canción que la madre recordó haberla cantado alguna vez cuando niña.

De regreso el niño ni bien llegó a casa, le empezó a contar todo lo que habían hecho durante las clases, que le había gustado el recreo y empezó a nombrar a la totalidad de sus nuevos amigos y compañeros. Me dijo que el menor ya estaba dispuesto a arreglar sus útiles para el día siguiente y que esta vez no le importaba que en un solo día hubiera ensuciado y roto el uniforme. Era preferible todo esto a lo que le sucedió con su hija mayor.

Y es que no todas las personas nos adaptamos con la misma facilidad al cambio. Algunas demoran más otras demoran menos en adaptarse. En este caso depende también de la conducta que reforzamos en nuestros niños. No es conveniente utilizar la palabra colegio como un castigo, sino más bien como un estímulo para ser mejores hombres y mujeres en un futuro cercano.

Va desde aquí mi agradecimiento y mis felicitaciones a todos aquellos maestros, forjadores de muchos futuros, que con toda su dedicación, trasladándose hacia los lugares más alejados contribuyen con la educación de nuestros hijos.

David Arce

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