martes, 5 de febrero de 2013

Trastorno de Conversión - La historia de Carlos

Por el Dr. David Arce Martino

Recuerdo claramente aquella mañana de verano del 2001, cuando todavía estaba realizando mi Segunda Especialización en Medicina, en la especialidad de Psiquiatría General, en que vi por primera vez a Carlos, un paciente que había llegado de la selva de Chazuta hacía una semana, con la sospecha de tener una enfermedad de la médula espinal que le impedía caminar. Llegó directamente al Servicio de Neurología y en una semana los especialistas habían diagnosticado que lo que sufría Carlos, no tenía ninguna causa orgánica. Desde todo punto de vista, después de realizar distintos exámenes de sangre, tomografías, electromiografías y todos los exámenes que podían tomársele, los especialistas concluyeron que no había ninguna razón para que Carlos no pudiera caminar.

Carlos, un hombre de 33 años, profesor de escuela primaria, casado, tres hijos, y que aparentemente tenía una vida feliz y sin problemas.

Cuando llegó al Servicio de Psiquiatría, Carlos estaba asustado preguntando por qué lo estaban trayendo a un sitio donde había puro loco. Igual su esposa estaba molesta y reclamaba la transferencia a Psiquiatría. Luego vendrían más familiares a reclamar lo mismo.

Llegó un día sábado, empecé a realizarle la Historia Clínica y al día siguiente ya la tenía avanzada casi en su totalidad.

Varios problemas se habían juntado en la vida de Carlos: dificultades con sus compañeros de trabajo porque estaba realizando labores extraordinarias con sus alumnos y se quedaba mayor tiempo en el trabajo, tenía problemas económicos por endeudamiento creciente de su tarjeta de crédito y la imposibilidad de pagar lo que le exigían los bancos; y lo más importante era la dificultad conyugal con la esposa, quien tenía celos de otra colega y no tenían vida marital desde hacía tres meses.

El día en que Carlos dejó de caminar, fue un lunes en que iba a ir a trabajar al colegio, se sentó en la cama después de escuchar durante media hora la cantaleta de su esposa que le reclamaba el poco dinero que tenían y las muchas cuentas por pagar. Quiso pararse y no pudo. No sentía las piernas. Quiso hacer un esfuerzo y sostenerse con los brazos, pero no pudo movilizar las piernas. Después dijo que empezó a sentir una ola de calor que empezaba en los pies hasta el cuello y se le adormecieron las piernas.

Rápidamente lo llevaron al hospital más cercano desde donde fue referido al Hospital Almenara. Durante el tiempo que permaneció en el Servicio de Neurología, tenía síntomas diferentes, a veces podía mover el primer dedo del pie derecho, y al día siguiente ya no podía moverlo, pero sí podía mover el izquierdo.

El día lunes, nos tocó pasar visita con el Dr. Mario Ledesma Gastañadui, quien ante la primera mirada de la experiencia, indicó que se ampliara la historia familiar.

Esa misma tarde nos enteramos que Carlos conoció a su esposa por intermedio de una amiga común, y que estaba enamorado de la amiga, pero que por “razones que escaparon de mi control”, su esposa se interesó en él y resultaron casándose sin estar enamorados. Esto permitió guardarle un resentimiento secreto a la esposa, que según él, fue disminuyendo a medida que nacían sus tres hijos. La enamorada empezó a prosperar económicamente y la esposa empezó a gastar más de lo que ambos ganaban. Carlos reconoció que poco a poco iba empezando un rencor que no se explicaba, hacia su esposa, era como si la culpara de su actual situación económica.

Poco a poco fuimos investigando la vida emocional de Carlos, hasta tener una idea clara de lo sucedido. Supimos que la madre y familia de Carlos se opusieron tenazmente a la relación con su actual esposa.

Al día siguiente empezaron las sesiones de psicoterapia del Dr. Ledesma, y aquella vez fuimos testigos presenciales del milagro de las psicoterapias con las técnicas de Hipnosis Ericksoniana. Bajo hipnosis, Carlos podía caminar tranquilamente, sin vacilaciones. Poco a poco, cada día éramos testigos de aquellas metáforas que eran sembradas en terreno fértil y que curarían a Carlos. Al inicio, empezó a mover los dedos de los pies, y después intentó pararse un poco tembloroso, pero el miedo le impedía caminar.

A la tercera semana, con sesiones individuales, de familia, de grupo, Carlos pudo dejar la silla de ruedas y tener la mente más clara para poder resolver por sí mismo los problemas que él pensaba que no tendrían nunca solución. Ahora estaba más optimista.

El día del alta, caminó desde su cama hasta las puertas del hospital, acompañado de su familia y amigos que lo vinieron a acompañar.

Recuerdo aún su última mirada agradecido antes de abordar el taxi.

Hoy lo he recordado porque por intermedio de un sobrino suyo me he enterado que está muy bien, que solucionó sus problemas y que está más fuerte y sano que nunca. Y que aún recuerda nuestros nombres con cariño.

Yo quiero agradecer desde aquí, las enseñanzas de todos mis maestros, especialmente del Dr. Mario Ledesma, que todavía continúa trabajando con nosotros y curando muchos pacientes. Yo estoy muy contento de ser su alumno, colega y amigo.

David Arce

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