Punto de Vista de los días Martes por Radio Emmanuel de Chulucanas
Realizar la especialidad de Psiquiatría general fue fabuloso para mí. Aprendí muchas cosas nuevas de mis maestros, se recuperaron muchos pacientes y he visto situaciones severas de psicosis que han revertido completamente con muy buenos resultados, con psicofármacos y psicoterapia. Algunas veces los pacientes adultos que no tomaban conciencia de enfermedad convertían en crónica su dolencia. Aunque existen muchos casos de muy buenas respuestas ante problemas muy difíciles. Por esos pacientes que eran difíciles de tratar y que entraban y salían del hospital como por una puerta giratoria, es que decidí realizar la Subespecialización en Psiquiatría de Niños y Adolescentes, pensando que realizando una intervención temprana en los niños, cambiaríamos por completo el pronóstico de las enfermedades mentales en los niños y adolescentes. Generalmente en las primeras citas me tomo el tiempo para explicarle a los padres o tutores, y en el caso de los adolescentes, a ellos mismos, sobre la naturaleza de la dolencia y la importancia de cumplir con el tratamiento, y me he dado cuenta que muy pocos escuchan. Y esos pocos se recuperan más rápido y ya no recaen. Los que no logran entender el mensaje requieren mayor tiempo de recuperación. Las psicoterapia de grupo los ayuda mucho, especialmente a “darse cuenta” de lo que les sucedió y de lo que les está sucediendo.
En el campo de la psiquiatría de Niños y adolescentes tenemos el doble reto de tratar al paciente menor y a sus padres. Y cuando el paciente y familia se recuperan es una satisfacción enorme de saber el deber cumplido.
Aunque hay veces en que no logramos la recuperación del paciente y nos ponemos tristes al pensar en el sufrimiento de los padres.
Existen muchas dolencias de las cuales no sabemos la causa, especialmente los que tienen origen genético.
La semana pasada llegó un padre con su hijita de cinco años, procedente de Amarilis, Huánuco, la niña se desprendió de los brazos del papá y se puso a deambular por el consultorio. El padre tuvo cuidado de cerrar la puerta. La niña tenía una marcha inestable y no mantenía contacto visual. Se sentó en la mesita de los juegos para niños, estuvo allí solo un momento y luego volvió a pararse para caminar por el consultorio sin rumbo fijo. Por momentos emitía chillidos como si le doliera algo. Le pregunté al padre si es que hablaba y me dijo que no. A simple vista se trataba de una niña con Autismo.
Al realizar la anamnesis, el padre refirió que la niña había tenido un psicodesarrollo normal hasta el año y medio. Se sentó, se paró y caminó como los hijos anteriores, sin problemas. Al año empezó a verbalizar y a decir mamá, papá, pan, teta, y varias palabras más. Coincidentemente al año con seis meses sufrió una caída y se golpeó la cabeza, no fue grave, no perdió el conocimiento, pero sirvió para que los padres
creyeran que el que dejara de hablar fuera a consecuencia del golpe, luego dejó de controlar esfínteres durante el día y volvió a usar pañales. El padre dice que la madre ha sufrido un accidente de tránsito y por eso no ha podido venir.
El diagnóstico clínico es Síndrome de Rett, que en la Clasificación Internacional de Enfermedades está catalogado dentro de los Trastornos Generalizados del Desarrollo, junto al autismo. Se trata de una enfermedad congénita, con compromiso neurológico que se produce en el sexo femenino por la deficiencia de un gen en el brazo largo del cromosoma X.
Cuando suceden estos casos, recordamos a Vallejo y decimos: “Hay golpes en la vida, tan fuertes, yo no sé”
Aunque pareciera que el camino a recorrer es desesperanzador, en los últimos años Adrian Bird y su equipo han demostrado en animales, que los cambios neurodegenerativos son reversibles.
Para el padre de esta niña y para todos los padres, es un reto el cuidar a un menor con estas dificultades, un gran reto y especialmente un gran acto de amor.
Los Retos de la Vida - Por el Dr. David Arce












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