En una de las últimas consultas en Chulucanas, Angustias, una señora de 75 años, proveniente de Ñómala, consultó por epilepsias. Y apenas lo dijo, recordé que una de las enfermedades más frecuentes en el Norte, es la epilepsia producida por neurocisticercosis, que en Chulucanas mal llamamos: “Triquina”.
En realidad la tenia produce en los seres humanos dos tipos de enfermedades, una de ellas es la teniasis, que es el crecimiento de una tenia, generalmente solitaria, de aspecto blanquecino nacarado, hermafrodita, que crece por anillos y es un gusano plano que puede llegar a medir varios metros. El portador de esta tenia puede permanecer delgado y cansado porque el parásito aprovecha los nutrientes de la persona. Cuando la tenia es adulta empieza a producir huevos.
Si un ser humano o un cerdo llegaran a consumir estos huevos, entonces desde el estómago, a través de los vasos sanguíneos, pasarán a los tejidos musculares, a diferentes órganos y hasta se pueden alojar en el cerebro, produciendo otra enfermedad llamada cisticercosis. El cisticerco es un estado larval de la tenia. Lo que muchas veces vemos en las carnes de un cerdo infectado son cisticercos, que en el caso de que los comiéramos crudos o mal cocidos, nos produciría la enfermedad de la teniasis. No nos produce la enfermedad de cisticercosis. Hemos dicho que la cisticercosis se produce cuando, por alguna razón, ingerimos huevos de tenia que son microscópicos, no los vemos a simple vista.
Por eso es muy importante el acceso al agua potable para nuestras poblaciones, una adecuada disposición de excretas mediante silos, y cuidado de los animales para que no caminen por las calles consumiendo basura y excrementos.
Entonces le pregunté a Angustias por sus epilepsias y me dijo: “espérese doctor que quiero contarle desde el comienzo. Mi mamá, que Dios la tenga en su santa gloria, me dijo que cuando yo tenía 4 años y como era muy inquieta y dada para el mal, una vez salí corriendo y me caí golpeándome la cabeza con una piedra, desde allí me quedé como sonsa, mi mamá me dijo que me dio como un susto, que me hicieron rezar por unas curiosas, que volví a orinarme cuando yo ya había aprendido a pedir pichi, caca. Mi padrecito era de mal carácter, y eso me asustaba cuando se molestaba, porque antes cuando a una la regañaban solamente bajaba la cabeza y escuchaba lo que nos decían nuestros mayores, y ahora más bien nos miran de frente, nos alzan la voz, nos desobedecen y quieren hacer lo que se les da la gana, por eso creo que ya se va a perder el mundo. Yo le tenía más miedo cuando mi papito venía con su chichita mareadito, entonces le pegaba a mi mamita. Yo lloraba solita en un rinconcito. Fue como a los 9 años que me vino la pasión. Yo me acuerdo clarito que me mandaron a juntar agua y como de mala gana estaba llevando la burra con los recipientes de agua, luego sentí una zozobra, miré el sol, todo me dio vueltas y los que me vieron dijeron que había convulsionado. Y desde allí empecé a convulsionar casi todos las semanas, y era fijo que convulsionaría las noches de luna llena. Yo como que no me daba cuenta. No sabe lo que gastaron mis padres para curarme, vendieron casi todos los chivitos y nada, hasta que llegó un doctor muy acertado que le dijo a mi madre que las convulsiones se me pasarían cuando yo me casara. Y ni corta ni perezosa, mi madre, apenas cumplí los 14 años, me hizo acompañarme de un comerciante de algarroba. Y fíjese usted, santo remedio, se me quitaron las convulsiones. Mi marido era muy cariñoso, pero el facineroso me abandonó con tres hijos. Y no pasó ni un mes que me hubo abandonado y me volvieron a dar las pasiones, las convulsiones. Pero no me duraron mucho tiempo porque conocí a mi marido Serapio, almita de Dios, (se persigna) y con él tuve 4 hijos más, y durante todo el tiempo que estuvimos juntos nunca llegué a convulsionar, me quería bastante doctor, y no sé por qué se me acaba de morir hace ocho meses en febrero, dicen que por la diabetes, pero yo no sé. Él era un pan de Dios, nunca discutíamos y siempre estaba atento a mí. Y no me va a creer doctor, después de enviudar, he vuelto a convulsionar, ahora casi todos los días.”
Aprovechando que Doña Angustias hace una pausa, le pregunto por las características de lo que ella llama convulsiones, pasiones, y me dice que nunca se ha orinado cuando ha convulsionado, nunca se ha mordido la lengua, que solamente se dejaba caer despacito en la tierra y allí quedaba como que le temblaba el cuerpo. Nunca la vieron agitar los brazos ni botar espuma por la boca. Y haciendo recuerdo, me dijo que todas las veces que le dieron sus pasiones, desde niña, siempre, siempre, había escuchado alguna discusión de los adultos y había sentido como que le faltara el aire y le oprimiera el pecho. Ahora, además de la pérdida de su esposo Don Serapio, se había añadido las discusiones entre los hijos para quedarse con las propiedades y eso la desesperaba más, que cuando escuchaba a sus hijos discutir, ella se desmayaba y escuchaba que sus hijos se preocupaban y dejaban de discutir.
Le dije que lo que tenía y había tenido no eran convulsiones propiamente dichas, ni epilepsia, si no que era una forma que ella había aprendido para evadir lo que la angustiaba. Iniciamos tratamiento farmacológico y por llamada telefónica me ha dicho que no se le ha vuelto a presentar sus pasiones, que sus hijos la tratan mejor. Y pienso que esta vez que regrese a Chulucanas la voy a ver mejor, además de que he citado a todos los hijos para hablar con ellos.
La Pasión - Por el Dr. David Arce













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