martes, 19 de agosto de 2014

DEPRESIÓN POR EFECTO SECUNDARIO DE FÁRMACOS - Por el Dr. David Arce

DEPRESIÓN POR EFECTO SECUNDARIO DE FÁRMACOS


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Juan Alegre es un médico de 55 años, y tal cual su apellido, con todos se manifestaba muy cordial y ameno en sus conversaciones, tanto con sus colegas como con sus pacientes. Tenía el chiste y la palabra precisa para el momento adecuado. De especialidad cirujano general, que justamente antes de una operación larga, había tomado una botella de agua y en plena operación pidió reemplazo por breves momentos por urgentes ganas de orinar. Había aguantado lo máximo que podía. No llegó al baño. Miccionó en sus pantalones antes de llegar. Fue entonces que decidió realizarse el chequeo médico que tantas veces había aplazado.


Además de Hipertensión arterial, colesterol alto, y otras cosas más, le diagnosticaron Hipertrofia benigna de próstata, que es el crecimiento de la próstata que algunas veces, por irritación, impide orinar.


Como médico sabía todas las implicancias que trae esta enfermedad, y con la seguridad de que no es un cáncer, empezó el tratamiento que le indicó un colega urólogo. Empezó a tomar unas pastillas nuevas, de última generación, para reducir el tamaño de la próstata y así poder evitar la operación, que también la tenía programada para después.


El primer mes que tomó la medicación no tuvo ningún inconveniente, pero a mediados del segundo mes, “yo pensé que era por mis problemas económicos, pero me entró un desánimo total, recuerdo exactamente que era viernes 13 de diciembre del 2013, y estábamos celebrando la Navidad del Niño en un Centro de Salud donde realizamos labor social. Todos los años había ido con gran entusiasmo para que los niños tuvieran un recuerdo de alegría, ya que vivían en condiciones paupérrimas. Los compañeros del Centro y los padres y madres de familia bromeaban con mi apellido, ya doctor Alegre, cuéntese un chistecito, cuente la de Jaimito, la de la fiesta de animales, gritaban otros, pero ese día me sentí como si me hubieran desenchufado las pilas. Estuve solamente por cumplir, no tenía ganas de estar allí. En realidad tenía ganas de dormir, de que acabara todo e irme a dormir. Pobrecito escuchaba que decían algunas madres, se le ve tan cansado, seguramente habrá tenido guardias muy seguidas. Entonces, apenas ter minó, regresé manejando, despacio aunque quería llegar rápido. Al llegar a casa, mi esposa me calentó la comida, y yo sin bañarme miré lánguidamente a mis hijos y me fui a dormir.”


La siguiente semana no podía dormir y venían los preparativos de Navidad en casa como en mi trabajo. Ya habíamos discutido con mi esposa varias veces porque me despertaba en la madrugada y me encontraba como tonteando con algún libro, pero sin leer, solamente embromando el tiempo.”


Justo antes de Navidad ya no deseaba ir a trabajar, ni siquiera me causaba ningún placer el hecho de tener pacientes nuevos.”


El día de navidad si fue muy terrible. Mi suegra vendría a casa y yo no había ido a trabajar los dos días anteriores porque había pedido permiso sin goce de haber por problemas familiares. Y esa noche sí me asusté mucho. Además de que tenía ideas de que no le encontraba sentido a la vida, me vinieron ideas de que no quería vivir, de que estaba por demás en este mundo, hasta ya empezaba a pensar en suicidarme. Era como si todo el mundo hubiera desaparecido, como si me hubieran quitado la tierra donde estaba pisando. Es por eso que te llamé, porque estaba asustado, no podía creer que yo, siendo médico, sin ninguna razón empezara a tener ideas tan extrañas, que nunca antes las había tenido.”


Fue entonces que atendí a mi colega, le realicé una Historia clínica minuciosa, como la que hacemos en psiquiatría, y felizmente tuvimos la intuición de retirarle el fármaco nuevo que estaba tomando para la próstata y añadirle un antidepresivo. El año nuevo la pasó mal todavía, y a las dos semanas del tratamiento antidepresivo, empezó a sentir mejoría, ya deseaba ir a trabajar, mejoró su sueño, nunca más tuvo esas ideas suicidas. Al mes volvió a ser el mismo de antes. Su esposa acudió para agradecerme, especialmente porque había mejorado su relación de esposos y de pareja sexual.


Le volví a repetir que requería tomar durante seis meses los antidepresivos, que por su bien no los vaya a dejar. Yo sabía que se sentía mejor, que deseaba dejar de tomar los antidepresivos, pero por tu bien, le dije, termina con el tratamiento para evitar recaídas. Gracias a Dios que de entre todos mis pacientes médicos, Juan Alegre, fue uno de los pocos que cumplió con el tratamiento. Su ánimo es como el de antes, inclusive mejor porque ha comprendido el valor de la vida en carne propia. Su médico urólogo le ha cambiado por otra medicación.


Este último julio le di de alta, y para esa fecha acudió con su esposa y sus tres hijos, todos muy agradecidos. Yo, me quedé muy emocionado y muy contento.


David Arce



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