Sobre el escritorio observo todas las Historias Clínicas de los pacientes citados. Una de ellas me llama particularmente la atención: es una Historia bastante voluminosa cuyo grosor es equivalente al de todas las otras Historias juntas. Me fijo en el nombre: Juanjosé, y dice: “2do Tomo”. La hojeo y miro que ha estado hospitalizado varias veces en varios sevicios y hasta lo habían operado de una laparotomía exploratoria, pensando que se trataba de una dolencia quirúrgica en el abdomen.
Cuando le toca el turno lo llamo y aparece una mujer de 48 años que cierra apresuradamente la puerta tras ella. Me dice, casi susurrando: “Soy Nadia, la mamá de Juanjosé, yb quiero entrara primero para explicarle el caso de mi hijo, no vaya a pensar usted que está loco.
Entonces me dice que Juanjosé va a cumplir 18 años en tres meses, que desde hace dos años, al culminar sus estudios secundarios, le empezaron a aparecer distintas enfermedades que muchas de ellas requerían hospitalización. “Y es que él, desde muy pequeño lo operaron dos veces porque nació con un defecto en la cadera. Estuvo con yeso como dos años y luego dos años más en Rehabilitación del Hospital San Juan de Dios. Después que aprendió a caminar hizo su niñez normal, hasta que desde hace dos años se desmayó en el colegio, empezó a escupir sangre, le tomaron radiografías de los pulmones y no tenía nada, le hicieron una endoscopía al estómago y tampoco tenía nada. Poco a poco fue enflaqueciéndose y se puso como un palito: tenía muchas diarreas. A veces orinaba sangre, se le caía e cabello. Una vez se le cayeron las cejas de un día para otro. Algunas veces le sangraba la nariz”.
“Un día, le dolía tanto la barriga que los médicos pensaron que era apendicitis, pero estaban dudosos, porque después creían que era una infección urinaria y acabaron operándolo de emergencia porque su hemoglobina bajó de repente y creyeron que tenía una hemorragia abdominal. Después de la operación no le encontraron nada. Lo han visto muchos médicos de distintas especialidades, y
como no le encuentran nada, lo han enviado donde el psiquiatra pensando que todo lo que tiene es de origen mental”.
Le pido que pase Juanjosé, un joven bastante alto para su edad y comenzamos a hacer la Historia Clínica en presencia de la madre. Cuando termino de hacer las preguntas sobre sus antecedentes personales y familiares, le solicito a Nadia que nos deje solos.
Al comienzo Juanjosé se mostraba un poco desconfiado, callado, y solamente daba respuestas cortas. Hasta que hablamos de lo que más le gustaba: las películas de ciencia ficción y los efectos especiales. Su rostro adquirió una expresión de regocijo. Me detalló todas las películas que le gustaban y se sorprendía que yo también las hubiera visto, hasta en dos oportunidades dijimos el mismo nombre de película al mismo tiempo. Me dijo que ya había averiguado que aquí en Lima sí existían Universidades donde enseñaban Cine, que la carrera tenía otro nombre, y que ya en el tercer año él se iba a dedicar de lleno a los Efectos especiales. Y cuando le pregunté si ya había postulado a la Universidad, tornó su sonrisa en tristeza y me dijo que había postulado tres veces, pero a Derecho y que no había alcanzado vacantes. Al finalizar el año escolar les comentó a sus padres su deseo de dedicarse al cine, pero apenas terminó de hablar los padres le dijeron que eso era para flojos, que él rendía para más, que no existía esa carrera en el Perú, que no podría sobrevivir con lo que ganase y que de todas maneras sería mejor que continuase con la tradición de los padres.
Fue entonces que me miro un momento, y con una voz que parecía que no fuera de él, me dijo: “Le voy a contar algo que no le he contado a nadie, me da mucha vergüenza, y por favor, no quiero que se lo cuente a mis padres. La primera vez que me enfermé me comí tres platos de frejoles del día anterior, me dio mucha diarrea durante la noche y en la mañana me desmayé en el colegio. Sentía mucha angustia y parecía que tenía placer que me llevaran a los hospitales. Me mordía la lengua y adentro de la boca, y hacía como que tosía y escupía sangre. Una vez me dolía mucho la barriga y me hospitalizaron con suero. Durante la noche, durante un descuido de la enfermera, me saqué la manguerita que conectaba la aguja con la vena y dejé que chorreara la sangre en el lavadero. Después de un
rato, cuando ya me sentía como mareado, coloqué nuevamente el suero y me fui a mi cama. Al día siguiente me operaron. A veces me arranco mechones de pelo. Una noche me saqué todas las cejas. No sé por qué lo hago, pero me calma la angustia que siento. Aunque también me da mucha vergüenza decirlo. Nadie sabe de esto”.
Se queda callado pensando. Y le digo que yo no le diré nada a su madre, que él mismo cuando se sienta preparado y con ganas se lo podrá contar.
Lo que sí le pedí es que se adhiriera al tratamiento integral, tanto en la ingesta de fármacos como la asistencia a las psicoterapias. Le dije que del tratamiento sí lo iba a saber su madre. Aunque apenas entró Nadia al consultorio el mismo Juanjosé le dijo que tenía algo que le había ocultado. Ambos se pusieron a llorar.
Les recomendé que buscaran un seguro médico para poder continuar con el tratamiento.
En el fondo, tengo la Esperanza que Juanjosé va a mejorar.
SINDROME FACTICIO - Por el Dr. David Arce Martino
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