Alejandra, una joven de 15 años es traída a Emergencia, procedente de Piura, con el diagnóstico de Trastorno Afectivo Bipolar con síntomas psicóticos. Aunque tiene el diagnóstico desde los doce años y, estuvo relativamente bien con el tratamiento, algo sucedió en las últimas cuatro semanas que se ha descompensado.
La encontré en una silla de ruedas en el pasadizo de la Emergencia General, y apenas le hablé se despertó. Los padres que estaban junto a ella me dijeron que había estado internada en el Hospital San Juan de Dios de Piura durante dos semanas, que pidieron el alta voluntaria porque seguía con agitación psicomotriz, y los padres decidieron traerla a Lima.
A los doce años empezó a dejar de dormir y al día siguiente se despertaba como si hubiera dormido lo suficiente, y además estaba con mucha energía, hablaba de realizar grandes proyectos y de hacer una especie de Teletón para ayudar a construir su colegio. Habló con todas las autoridades y con la prensa, y de no haber sido porque empezó a hablar con los ángeles, seguramente hubiera conseguido construir su colegio. Sus amigas empezaron a burlarse de ella porque los ángeles la seguían a todos lados; quiso ir donde los enfermos y realizar imposición de manos, pero ya su madre no la dejó y la llevaron donde el médico. Cuando le dijeron que debería ir donde el psiquiatra, la madre se asustó porque decía que su hija no estaba loca, que para qué ir donde el psiquiatra.
En ese tiempo le dieron atención ambulatoria y mejoró como a las dos semanas. Después de sentirse bien, Alejandra dijo que ya no necesitaba las pastillas y que solamente tuvo una crisis de adolescencia. No pasó ni un mes y dejó de ir al colegio, no quería salir a la calle, y tampoco quería salir a jugar vóleibol en las tardes, que tanto le gustaba. Dejó de asearse y su madre se asustó cuando Alejandra empezó a decir que no valía la pena vivir, que mejor sería estar muerta, que su vida no tenía sentido. Se despertaba por las madrugadas y se quedaba mirando el techo. La madre la acompañaba. Allí se dio cuenta que su hija ya había tenido otros episodios de depresión que los había achacado a la separación de los padres.
Cuando Alejandra empezó con la enfermedad, a los doce años, sus padres se habían separado hacía tres años y ambos ya tenían nuevos compromisos y además hijos pequeños. Alejandra aparentemente, había aceptado la separación con tranquilidad, pero en realidad nunca lo aceptó. En su interior deseaba que los padres nunca se hubieran separado. Ella sacaba altas calificaciones para ser reconocida por los padres. Los invitaba para que vayan juntos a alguna actividad del colegio, pero, o nunca acudían juntos los padres o alguno de ellos daba alguna excusa para no ir.
La madre se quedó a radicar en Piura, con ella y su nuevo compromiso. El padre, por su parte también tuvo otro compromiso y por motivos de trabajo se fue a radicar a Tacna. En ese tiempo de separación de los padres fue cuando Alejandra tuvo su primer episodio del Trastorno Afectivo Bipolar. Los padres dejaron sus trabajos, sus lugares de residencia y acudieron para estar junto a ella.
Luego le contaría al padre que el padrastro la miraba mal y que la estaba acosando sexualmente, el padre habló con la madre y le pidió para llevársela a vivir con él a Tacna. Hubo líos legales y Alejandra nuevamente enfermó. El padre pidió la custodia legal de Alejandra y empezó la pelea legal por la Tenencia.
Acusaron al padrastro de acoso sexual contra la niña que no pudo ser probado y probablemente era producto de los síntomas psicóticos de la menor. Y los folios de la acusación, la denuncia por Tenencia y los documentos en los juzgados, empezaron a crecer.
Ahora que Alejandra de 15 años, venía a Emergencia, lo que más me interesaba era estabilizarla. La hospitalizamos y luego hablaríamos con la familia, porque el tratamiento no solamente se basa en medicación, sino también en psicoterapias individuales, de familia, de padres.
Probablemente va a estar hospitalizada un par de semanas y luego será vista en forma ambulatoria.
Por lo pronto conversé con la familia, a quien le pedí su colaboración, y aunque parezca que la situación es irreconciliable, por la salud de Alejandra, creo que realizarán sus mejores esfuerzos.
David Arce Martino
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