martes, 6 de noviembre de 2012

La Depresión - por el Dr. David Arce Martino

La primera vez que Alicia, una mujer de 33 años, acudió a consulta, fue acompañada por una amiga. Ya había acudido a otros médicos pensando que la falta de apetito y de sueño se debía a alguna carencia vitamínica. Para conciliar el sueño se tomaba una cerveza todas las noches hasta que hubo un tiempo en que ya no le daba ganas de tomarse la cerveza y se quedaba pensando en un montón de cosas en las madrugadas. Ya había transcurrido más de un mes desde que empezó a quitársele el apetito, de llorar sin causa aparente. Se sentía tan triste que no le interesaba nada. Como no dormía en la madrugada, casi al amanecer le daba un poco de sueño, y se sentía tan cansada que no tenía ganas de trabajar. Muchas veces llegaba tarde a su trabajo y los últimos días ya dejaba de asistir. No le importaba perder su trabajo. 

La historia de Alicia había sido bastante complicada, tuvo padre autoritario y maltratador, que ingería alcohol hasta la embriaguez la mayoría de los días y en los momentos en que llegaba a casa el padre maltrataba a la madre que era de un carácter sumiso y que nunca quiso denunciarlo. Los padres se separaron cuando Alicia tenía 6 años de edad y aún así Alicia recordaba los maltratos de su padre, en una forma tan nítida, como si hubiera sido ayer. Fue criada por un padrastro que intentó abusar de ella a los doce años. Luego falleció su abuelita que la protegió durante toda la niñez. Su primer enamorado falleció de una enfermedad terminal y parecía que se había sobrepuesto a todas estas dificultades, cuando ya, profesional, exitosa y sin problemas, se enfermó de la depresión. 

Y es que hacía más o menos tres meses, en el colegio donde enseñaba, una niña de doce años, empezó a orinarse en el salón de clases y cuando todos los chicos se burlaron, ella puso orden y la acompañó al baño a cambiarse. Y en ese momento la chica le contó que su padrastro estaba abusando de ella. De repente Alicia recordó que ella también solía orinarse de niña, y todos los recuerdos de la niñez se le agolparon de una sola vez. Lloró desconsoladamente con la niña durante mucho tiempo, y esa noche no pudo dormir, ni la siguiente y llegó a tener sentimientos de culpa por no denunciar el caso a las autoridades y defender a la niña. 

Le daban ganas de llorar en cualquier momento, las cosas que antes le gustaban, que era leer libros y caminar durante las noches perdieron su sentido. Tenía dificultades para conciliar el sueño y cuando lo conciliaba, muchas veces se despertaba en la madrugada y los pensamientos de sentirse inútil la embargaban. No podía preparar las clases y cuando lo hacía, no lograba concentrarse y se distraía fácilmente. Llegó a pensar que no tenía futuro y que no valía la pena seguir viviendo, que preferiría estar muerta que viva, y hasta pensó en quitarse la vida. Estuvo buscando alguna forma no dolorosa y efectiva, pero sus convicciones religiosas, y la ayuda de su amiga lo impidieron. 

Menos mal que actualmente contamos con una gran gama de antidepresivos, que conjuntamente con escucha y psicoterapia Alicia pudo superar este episodio depresivo. 

Ahora continúa acudiendo a sus controles, se siente mejor, tiene esperanza y fe en la vida. Ya está disfrutando lo que hace, y lo que es más importante es que se siente bien, en sintonía con el Universo. 

Muchas gracias Alicia, por enseñarnos una lección de vida. 

David Arce

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