martes, 28 de febrero de 2012

El Duelo

Por David Arce

Buenos días queridos amigos de Chulucanas y de todo el Alto Piura. Nuestros calurosos saludos también para todos los amigos que nos siguen a través de Internet. Hoy quiero hablar sobre el proceso del Duelo. El duelo es una reacción normal ante la pérdida de un ser muy querido o ante la pérdida irreparable de algo significativo para nosotros como puede ser por ejemplo, los fracasos escolares, las situaciones de abandono: como la separación de la pareja, divorcio, rechazo de los padres; los problemas familiares, los cambios de domicilio, los problemas económicos, la pérdida de empleo, el diagnóstico de una enfermedad grave como puede ser el cáncer o una enfermedad invalidante como la pérdida de una parte de nuestro cuerpo.

El proceso de duelo puede originar reacciones que nos desadaptan, con ciertas manifestaciones de tristeza, llanto, desesperanza, impotencia, rabia, cólera y culpa, además de una disfunción importante a nivel social y laboral. El duelo normal se inicia inmediatamente después, o en los meses subsiguientes, a la muerte de un ser querido. Los signos y síntomas del duelo son: tristeza, recuerdo reiterativo de la persona fallecida, llanto, irritabilidad, insomnio y dificultad para concentrarse y llevar acabo las labores cotidianas. El duelo tiene una duración variable que, normalmente no es superior a los seis meses. El duelo, el luto y el sentimiento de pérdida, son términos que se refieren a las reacciones psicológicas de los que sobrevivimos a una pérdida significativa. El duelo es el sentimiento subjetivo provocado por la muerte de un ser querido. Suele utilizarse como sinónimo de luto, aunque en sentido estricto, el luto se refiere al proceso mediante el cual se resuelve el duelo, a la expresión social de la conducta y las prácticas posteriores a la pérdida. El sentimiento de pérdida es el estado de sentirse privado de alguien a consecuencia de la muerte o del abandono. La elaboración normal del duelo conduce a la reconstrucción del mundo interno. En el proceso de luto en Chulucanas y en otras poblaciones generalmente se da con la permanencia de la persona en duelo en casa, estándole “socialmente prohibidas” diversiones, bailes, vestidos vistosos, etc.; así podrá concentrarse en el “trabajo interno” del duelo.

Las manifestaciones sociales y antropológicas del duelo y los procesos de duelo tienen una triple función: permitir la expresión al nivel de la sociedad de esos procesos, tender a ayudar en el proceso psicológico del duelo (de ahí de la importancia de determinados ritos como los funerales) y por último, facilitar la comunicación del hecho a la comunidad, proporcionando a los vivos ocasión de consagrarse con los muertos y allegados, y preparándolos para nuevas relaciones a través de los actos sociales. 

En uno de mis cuentos, llamado El Retorno de los Domingos, relato como se realiza el proceso del duelo en el Alto Piura, que difiere muy poco del que se realiza en el Bajo Piura. Una porción del cuento menciona lo siguiente: 

“El día primero de noviembre, Día de Todos los Santos, no dejaron ningún angelito en la panadería de Digna Albán ni en la de Manongo Esteves, y pareciera que también anduvieron por Huancabamba o por Ayabaca, porque desde allá trajeron bocadillos, tapas de membrillo, alfeñiques, gofios, bombas, turrones y toda clase de pasteles pequeñitos para regalarles a los niños. El día de Todos los Santos los seis Domingos recorrieron las polvorientas calles de Chulucanas mirando las mesas delante de las casas, cubiertas con mantel blanco y con todos los pastelitos del mundo en miniatura, dispuestos para que los niños los tomaran gratis. Recordaron su niñez, cuando caminaban buscando las casas donde había muerto un parvulito, iban premunidos de sus bolsas para competir quién juntaba más angelitos, como les llamaban a aquellos dulces en miniatura. Luego iban a la salida para Yapatera y cerca a la calle que llevaba al cementerio miraban bajar de las carretas a aquellas madres de luto provenientes del campo para llenar el cementerio durante las velaciones de Todos los Santos, y que buscaban entre todos los niños que, sentados sin hacer ruido, con la cara más triste, peinados con goma de zapote, lustrada la camisa y con los pies limpios, esperaban que aquellas madres huérfanas los escogieran y colmaran de regalos. Las madres sustitutas por un día acariciaban la cabeza de aquel niño que se parecía en edad y en carita al parvulito muerto, tendían un mantel blanco y extendían los angelitos compartiendo miel de palo y los dulces mientras como una letanía les iban hablando y reclamando, como si estuvieran vivos aquellos hijos que perdieron. Estas escenas se repetían en casi todo el cementerio. Domingo Seminario se burló de su hermanito menor cuando fue escogido por una señora muy vieja llegada de Yamango y que parecía que hablaba quechua. Al final el hermano menor regresó a su casa con cuatro alforjas de angelitos. Esa misma noche, los seis hermanos se confundieron entre todos los concurrentes al cementerio, olieron los aromas de las comidas que las vivanderas agitaban al paso de los transeúntes, compraron velas, coronas, y se pasaron toda la noche velando delante del mausoleo de su madre y de su hermano. Al día siguiente, dos de noviembre, Día de los Muertos, María Candela los esperó con un suculento desayuno y pan de roscas de muerto engarzadas en cañas de azúcar.” El duelo Normal tiene tres etapas bien diferenciadas de acuerdo al momento de aparición: inmediata, intermedia y tardía, cada una de las cuales vendría determinada por un sentimiento que sobresale por encima de los demás y así se caracterizan.

El orden de estas etapas no es rígido, de tal forma que el sujeto podría omitir, o repetir una etapa una y otra vez, especialmente cuando el lapso de tiempo es muy largo. Lo que sí debe ocurrir al finalizar, es que termine con éxito el proceso del duelo que permite recuperar a aquellas personas que han vivido un acontecimiento traumático. Cada individuo, de acuerdo con la magnitud de la situación, con la personalidad previa que posea, además del apoyo de otros, llevará a cabo el proceso de manera particular. Su terminación permite a aquellos afectados, volver a su vida normal, reconstruyendo su cotidianidad y utilizando esa energía. Etapa Inmediata, de Impacto o shock: Se produce tras el estrés inicial de la muerte que dura de pocas horas a una semana después del deceso. Puede cursar tanto con embotamiento, falta general de motivación como con llanto intenso, suspiros, y espasmos laríngeos, sensación de que lo que está sucediendo no es real, negación o incredulidad, no siendo consciente de lo sucedido y mostrando una conducta semiautomática. Es el momento de los ritos sociales y familiares del duelo que facilitan la resolución de esta fase. Como son por ejemplo La velación, misa en cuerpo presente, y la novena, la misa del mes, la entrega de recuerdos, etc. Etapa Intermedia, de “repliegue” o depresiva – anhelo: aparece generalmente varias semanas después de la pérdida y se prolonga por semanas o meses. Caracterizada por sentimientos intensos de anhelo por el fallecido y de gran ansiedad. Se inician síntomas depresivos, anorexia, baja de peso, disminución de la capacidad de concentración y memoria, tristeza y anhedonia, seguido de episodios de protesta-irritación y aislamiento. Se caracteriza por la aparición de una depresión reactiva con gran componente ansioso y un intenso dolor. Inquietud, el paciente responde irritado con facilidad y hacia las personas más próximas, médicos e incluso hacia Dios. Se mezclan los sentimientos de injusticia, culpabilidad personal o compartida, e ira, que puede expresar contra las personas y objetos que le rodean, con anorexia, pérdida de peso, insomnio. Aquí los rituales socio-religiosos han finalizado, la persona se encuentra sola ante la realidad de la pérdida y frecuentemente con la exigencia social imperiosa de reincorporación inmediata a su vida habitual: retorno al trabajo, cuidado de los familiares a su cargo, etc. 

Durante este período el estado de ánimo es superponible al de un trastorno depresivo. Etapa tardía, de “recuperación” o reorganización: Aprende a aceptar la pérdida y el hecho de que la persona amada ya se fue. Se produce al cabo de seis meses a un año, en donde se retorna al nivel de funcionamiento previo siendo capaz el deudo de establecer nuevos lazos afectivos. Disminuyen los síntomas mentales y somáticos, primero recupera el apetito con ganancia del peso normal frecuentemente a los 6 meses, luego reaparece la preocupación por la apariencia física, el deseo sexual y la interrelación social. Frecuentemente esta etapa coincide, con el primer aniversario del deceso produciéndose en este período una intensificación emocional en la línea de la nostalgia, tristeza, llanto, recuerdo doloroso, etc., que duran unos días y que finalmente marcan el final del duelo. Con relación a la duración del duelo, existen grandes diferencias culturales aceptándose en nuestro entorno cultural que la duración normal es aproximadamente un año. 

Para finalizar queridos amigos, me despediré con unas Coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre: Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte, contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando; cuán rápido se va el placer, y cómo después, de recordado, da dolor; y cómo, a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor. Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar que es el morir; allí van todos los señoríos derechos a terminar y consumir; allí los ríos caudales, allí los otros, medianos y más chicos, y llegados son iguales los que viven por sus manos y los ricos. Muchas gracias queridos amigos. Habló con ustedes, David Arce. Hasta el próximo martes.

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