Autor: Dr. Martín Nizama-Valladolid*
La vida no vale nada, es el eslogan que se escucha por doquier en la sociedad posmoderna; por un lado, pletórica de prosperidad, conocimiento, información y tecnología de última generación; y por el otro, materialista, consumista, banal, hedonista, individualista y adicta a la violencia, con su masiva secuela tanática: exterminio masivo, magnicidio, homicidio, suicidio, parricidio, filicidio, uxoricidio o fratricidio; espectro de muerte violenta ante el cual, progresivamente, la sociedad global se torna insensible, acostumbrada al cotidiano frenesí mediático, cuya deidad crematística, el rating, condiciona el marketing tanático, ajeno a la sensibilidad humana.
Así, la cultura de la muerte crece aceleradamente. Su origen es multidimensional:
- Odio
- Envidia
- Miedo
- Avaricia
- Corrupción
- Vendetta
- Insensibilidad
- Adicciones
- Terrorismo
- Narcotráfico
- Intolerancia
- Desamor
- Fanatismo
- Depresión
- Celos
- Indefensión
- Inseguridad ciudadana
- Conflictos sociales
- Exclusión social
- Violencia
- Soledad
- Estulticia (necedad)
- Crimen organizado
- Lenidad
- Esquizofrenia
- Psicopatía
- Bullyng
- Acoso
- Impunidad
- Delincuencia
De modo que, la sociedad global posee dos caras, la de la prosperidad y la de la deshumanización masiva. Al lado de la riqueza extrema y la opulencia se encuentra la pobreza y pobreza extrema. Entre ambas, hay brechas insalvables causantes de vacuidad, infelicidad, del sin sentido de vida y la carencia de visión de futuro, lo cual induce a la persona a la desesperación, a vivir el momento, el facilismo y a la egolatría, contexto en el cual se pierde la familia natural, célula básica de la sociedad y fuente de convivencia social armónica. Extinguida la familia natural, manantial del amor, aparece la anomia (caos) interior, la extinción de los valores ético morales con degradación concomitante y la pérdida del control de los impulsos más primitivos que conducen al individuo a la autodestrucción y la heterodestrucción violenta. Para ello, a menudo, recurre al salvajismo, la brutalidad y la sevicia para matar sin compasión, gozando del ritual macabro, cobarde, morboso y abominable de destrozar la vida humana.
Cabe preguntarse, ¿en qué sociedad vivimos? La nuestra es una sociedad deshumanizada, sin espiritualidad y anética, cuyo rasgo esencial es la violencia extrema que se ejerce cotidianamente. Este es el perfil de una sociedad caníbal, altamente robotizada, adicta al dinero y autodestructiva. Los minúsculos grupos de poder omnímodo, económico, político y mafioso, son excluyentes con las grandes mayorías sociales, demostrando así su codicia, soberbia, insensibilidad e insania. En este contexto, la sociedad global, vía Internet, ha comenzado a mostrar su rechazo activo a este injusto statu quo impuesto por el capitalismo salvaje. Así, en el 2011, en el primer mundo comenzó a surgir el movimiento global de los INDIGNADOS que rápidamente se ha expandido al tercer mundo, como consecuencia del crack económico mundial, iniciado en el 2008. Su lema de lucha es: “somos el 99 por ciento”, en contraposición al 1 por ciento que con forman la sociedad de la opulencia.
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